SER...DESEAR,SOÑAR,AMAR....

La inerte sensación de oquedad en el interior del alma me hace cuestionarme mi propia inmortalidad. Si la perfección del círculo del tiempo puede ser rota con el arma de la agonía, el infinito se puede destruir. No importa que no sea mesurable, que no sea
concebible. El dictador no comprende el valor infinito que desintegra
al quemar un libro, pero puede hacerlo.

Los fragmentos de un espíritu no se acercan a la perfección del
alma. La suma de las partes no es igual al todo, no es ni remotamente parecida. Cuando el corazón tiene una fisura, por mínima que sea, el alma se escapa por ella, se desliza como cenizas entre nuestros dedos enfermos.

Empiezas a apreciar la vida en el momento en que te das cuenta
de que no vives, sino que mueres. Es parte de nosotros, parte
de la naturaleza que nos ha hecho egoístas, humanos y débiles.
El cuerpo es una carcasa que esconde nuestro secreto más profundo,
la fragilidad del alma. ¿Inmortalidad? Somos demasiado débiles para eso, nos falta fuerza en el espíritu para conseguir cerrar un círculo que ni siquiera podemos ver. Intentamos hacer reales
deseos que ni siquiera entendemos.

Desear... tocar las estrellas.
Soñar... el aroma del infinito.
Sentir... el placer de la imperfección.
Rozar... los labios de la muerte.
Amar... el silencio de las sombras.
Ser... desear, soñar, amar.

Sentir es morir un poco. El grito de la inocencia desgarra cada sueño de
mi presente, cada deseo envuelto en cenizas, cada ilusión
encerrada en seda. Para poder vivir tal y como me siento, necesito pasar cada momento de mi vida como si fuese el último. Arrastrar
mis sueños y objetivos del futuro al presente, cogerlos con las
manos desnudas y meterlos dentro de mí. Tirar de la cuerda del
destino en dirección contraria. No confiar en el tiempo, no confiar
en la inmortalidad. Correré cuando deba andar, saltaré cuando
deba correr y volaré cuando deba saltar.